Bueno… aquí estoy nuevamente, después de una larga jornada me encuentro en el mismo lugar, como todos los años, sin faltarle a mi Jesús. Por más que lo evito, no dejo de pensar, ¿será que pesa? ¿en qué brazo me tocara? ¿qué marcha me tocara? Ja como si no hubiera visto el programa de marchas más de mil veces, como si no cargara el mismo turno todos los años… como si eso fuera importante. Luego de haber salido de las filas busco mi estatura, tratando de encontrarla más o menos en medio, como todos lo hacemos siempre, esperando encontrar a alguien de la misma estatura que nosotros, aunque sepamos que a veces no es así, solo por el simple hecho de ir bajo sus brazos lastimados ya extendidos.
Un aroma agradable invade el ambiente, es como el aroma de un jardín recién bañado en las mañanas que se mezcla con el glorioso aroma del tradicional corozo, pues claro, inclino la mirada y veo una alfombra, una bellísima alfombra hecha de flores, aserrín y pino, sin faltar los hermosos decorados. Esta familia se debió haber esmerado bastante, incluso muchas horas de trabajo, solo para que, en segundos, esta misma quede para la historia… como si eso fuera importante.
De repente una nube blanca recorre el aire, ya casi sereno de la madrugada, un aroma que anuncia la llegada del redentor. ¡Increíble! Son niños los que no importando la hora en que se encuentran, dejan al paso ese delicioso aroma a incienso perfumado, que, aunque a veces es demasiado, no dejamos de respirar hasta lo más profundo, aunque nos estemos ahogando, aunque a veces, no falta el que siempre empieza con tos, pero de igual manera siente al aroma a Semana Santa. ¡El traje! El olor se está penetrando, y es el que me llevare el lunes al trabajo… Como si eso fuera importante.
Casi adormitado, como si estuviera muerto en vida, siento la mano de alguien que toca el hombro diciendo la frase “brazo 33; 35 va libre por favor” bueno, no me toco en medio, pero por lo menos tengo más espacio, aunque sé que el hermano va a venir tarde o hay algún aspirante codiciando ese brazo rogándole a Dios que lo ubiquen en él, aunque a mí no me parece la idea… Como si eso fuera importante.
En medio de la nube de incienso, veo como los demás señores, jóvenes y hasta niños en el turno ponen sus rodillas en el suelo para ofrendar respeto y reverencia al señor, haciendo yo lo mismo. Ahhhh, el inclinarse a veces sirve de descanso, pero no olvido darle las gracias al que dio la vida por nosotros, haciéndome una señal de cruz en mi cara y pecho. Todos se levantan y se disponen a hacerle el encuentro a las andas, yo no quisiera levantarme, porque eso significa volver a estar parado y volver al cansancio… Como si eso fuera importante.
Luego de la reverencia, me levanto y observo como la parte delantera del mueble empieza a pasar frente a mí, levanto mi cabeza esperando observar la imagen desde el lugar donde estoy, y con un pequeño esfuerzo de levantarme con la punta de los pies me permite cumplir mi cometido. Ya las andas estaban descansando sobre sus orquillas, de estar pensando en muchas cosas olvide por un momento que numero de almohadilla me habían asignado, cuando de pronto alguien dijo con voz agotada “¡33!” Claro, esa era la mía, desesperado empecé a caminar a donde estaba la almohadilla y le agradecí al joven por esperar. Como siempre y como todos los cambios de turno empieza una aglomeración de devotos que llevan en si la ansiedad por entrar o salir, alguien me dio un tremendo empujón, solo lo observo de reojo con una cara de pocos amigos, pero recordé dentro de mi… Cristo nos perdona siempre, ¿Por qué yo no debería hacerlo? además, fue sin querer. Además, ya tengo mi almohadilla… como si eso fuera importante.
Ansioso por levantar las andas, oigo el sonar del timbre, las pocas fuerzas que me quedan sirven para levantar el mueble junto con mis demás hermanos, y al sentir en mis hombros el dulce peso de las andas, recordando que en aquellos tiempos Jesús cargo una cruz salvando nuestros pecados. Todos empezamos a dar el paso tradicional, ese paso de vaivén que caracteriza las procesiones guatemaltecas, y que a veces da la sensación que la imagen está caminando.
Una curiosidad me invade por ver a mi extremo, y me doy cuenta que el dueño de la almohadilla vacía tras de mi llega en ese momento, “que bueno” digo dentro de mí, pues el perder un turno no se asemeja a la sensación de la perdida de algo más. Luego mi mirada se dirige hacia la acera donde las pocas personas admiran el último paso de Jesús Muerto, pero en especial, personas ya grandes de edad, derraman lagrimas al hacer sus oraciones, y eso me dio la pauta para empezar a hacer mis plegarias también…
“Padre, una vez más me tienes aquí postrado a tus pies, llegando al final de este largo camino en el cual hace muchos años diste la vida por nosotros. Nunca te hemos agradecido eso con hechos, solo con palabras, pero las palabras se las lleva el viento, cuantas veces no te hemos ofendido al mostrarte nuestro comportamiento de vil pecadores, que con cada mal acto que hacemos, es un fuerte azote a tu espalda, un clavo más a tu cuerpo, una espina más incrustada en tu cabeza, una lanza mas atravesando tu pecho.
Ninguno de nosotros seríamos capases de recibir ese sufrimiento que sentiste en el monte calvario en donde la muerte rondaba acechando tu vida, buscando tu amor, buscando tu humildad para hacer de ellos odio y maldad. Tus gotas de sangre una a una fueron cayendo, en donde al momento de hacer impacto con el suelo un alma pecadora quedaba libre de sus culpas sin saberlo, ninguno creía en tus palabras, te trataron como a un ladrón, fuiste vendido por un hombre a quien tu llamabas hermano, fuiste sentenciado por un hombre al que tu llamabas hermano, fuiste traicionado por otro hombre a quien tu llamabas hermano, y yo traicionándote, vendiéndote, ofendiéndote, desconociéndote y me llamas… hijo.
Perdón Señor, Perdón… Padre Nuestro que estas en el cielo…”
Y al concluir mi oración, siento que el mueble se torna mas pesado, siento que mis fuerzas se han acabado, muy dentro de mi hay algo que me dice “ya no mas” pero sigo con fuerzas sacadas de la nada, pero el peso es lo de menos… Como si eso fuera importante.
Y al final de la cuadra, aun con las andas sobre mis hombros, veo como el próximo turno esta listo para despedirse también, se inclinan y dan gracias, eso me hace pensar que son los últimos instantes íntimos con Jesús, ya estoy cerca, veo claramente como aquí termina un largo tiempo de espera para llevarte sobre mis hombre e inicia otro mas, puede ser largo, puede ser corto… Como si eso fuera importante.
Suena el timbre y contra mi voluntad dejo la almohadilla que me toco, entrego al siguiente hermano mi orquilla y procedo a retirarme, solo siento que el sereno me anuncia que ya estamos en Sábado de Gloria, vuelvo a ver a Jesús y le doy gracias por haberme dejado llevarlo en mis hombros, cuando alguien me pide por favor integrarme a las filas, por mí, yo me quedaba en ese lugar para siempre, pero no podía colaborar haciendo desorden, asi que en vez de ir a las filas, me subo a la acera y observo como lentamente, Jesús se aleja de mi presencia… Como si eso fuera importante, lo llevo siempre en el corazón. Cuerpo y Fuerzas me dicen “ya no mas” corazón y alma me dicen “sigue, aun puedes dar más” esa mezcla de sentimientos que me empiezan a confundir, cuando por mi cuenta empiezo a caminar tras del señor, hasta que admiro que las monumentales columnas del templo hacen gala para la bendición final.
Rodilla al suelo nuevamente, mi Jesús me bendice por ultima vez y me digo “SEÑOR SOLO TU SABES SI ME TENDRAS CON VIDA PARA EL AÑO PROXIMO, PERO HOY HE CUMPLIDO NUEVAMENTE, GRACIAS” hasta que en ese momento el cansancio se desaparece, las lagrimas empiezan a rodar en mi rostro al ver a Jesús acompañado de sus devotos en su ultima morada, me niego a creer que ha terminado, a lo lejos logro escuchar la marcha fúnebre, mi corazón se llena de tristeza, con la voz un poco alta finalmente elevo esta frase al cielo “INFINITAS GRACIAS DIOS Y REDENTOR MIO” y eso si es importante.
Roberto Recopachi (reflexión a de los nazarenos)