(texto original de Lester Esquivel)
Como todo cucurucho esperaba con ansias la llegada del quinto domingo de cuaresma para visitar y llevar en hombros al Soberano Señor de la Caída, pero ese día era algo especial ya que era primera vez que lo llevaría en hombros luego de tantos años de estar anhelando la oportunidad.
Por ser de Chiquimula, ese día me tocó madrugar para salir en bus en una excursión que había organizado un amigo; iba con otro amigo que también sería su primera vez en llevar en hombros al Nazareno de la Caída, nos planteamos llegar a ver la salida de las andas, pero por motivos de tráfico no llegamos a tiempo.
Eran las 08:00 de la mañana y nosotros aun estábamos haciendo cola para entrar a la antigua Guatemala, mi tanda era la 27 y la de mi amigo la 23, calculábamos que entre las 09:00 y 10:00 de la mañana tocaría nuestras respectivas tandas; luego de más de dos horas de hacer cola por fin entramos a la antigua.
Eran las 8:30 de la mañana cuando entramos a las calles empedradas de esa hermosa ciudad colonial, el bus iba a parar dos cuadras arriba del templo de la Merced, pero no nos daría tiempo de llegar a la tanda de mi amigo, decidimos bajarnos un poco más delante de la entrada a la antigua Guatemala y emprender el camino hacia las andas, no teníamos la menor idea de que tanda iba y por donde podría ir Jesús de la Caída, llamamos a otro amigo que se encontraba en filas y nos comentó que iba la tanda 15; ya con esos datos use el GPS de mi celular para ver qué tan lejos estábamos, la verdad era demasiado lejos para llegar a donde se encontraba, empezamos a caminar sin saber si llegaríamos a tiempo.
Buscamos un mototaxi para poder llegar más rápido, pero lastimosamente no había alguno que iba vacío, la tristeza nos invadía más sin saber lo que podría pasar, le pedimos al Soberano que nos ayudará a llegar a tiempo a nuestras respectivas tandas, nos paramos a descansar un rato para hallar soluciones, de repente vimos un mototaxi vacío y sin pensarlo nos acercamos y preguntamos cuantos nos cobraría hasta dónde íbamos a encontrar a la procesión; cuando nos subimos ya teníamos puestas nuestras túnicas a la espera de encontrar las andas. Nos trasladaron al lugar, caminamos un poco más de dos cuadras y a los lejos mirábamos los penitentes encabezando el cortejo.
Fue donde sentimos un gran alivio al verlos y saber que cargaríamos nuestros respectivos turnos, nos metimos a las filas y nos encontramos a varios de nuestros amigos, mi amigo (repito) cargó tanda 23 después de la bendición con la marcha fúnebre ‘Tinieblas’; y yo la tanda 27 con la marcha ‘Consagratta’. Fue una hermosa experiencia llevar en hombros a Jesús de la Caída y espero en Dios llevarlo de nuevo el próximo año.
¿Qué te ha pasado a tí? no sólo en la Cuaresma y Semana Santa… sino durante el año. ¡Cuentanos!
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