Anécdota anónima.
No cabe duda que la preciosa Virgen de Dolores tiene enamorado a todo su pueblo. Testimonios hermosos hemos recibido y te los compartimos para que te des cuenta del poder y amor de la futura Consagrada salvadoreña. «Era un viernes santo, yo era aún muy joven y tuve la oportunidad de ser por primera vez socio de La Hermandad y logré formar parte de una comisión que se encarga del diseño de procesiones. Ese viernes había sido tan pesado para mi; pues todo el movimiento de la mañana y de la tarde tenía agotado. Era tanto el cansancio que me adelanté a la procesión para descansar un poco que hasta me quedé dormido. Desperté ya cuando me había alcanzado la procesión, y al despertar un hermano me dijo: Hermano venga, ayudenos a cargar a la Virgen que las hermanas ya no aguantan; llevan ya tres cuadras sin relevo. Esa fué una gran sorpresa, porque es raro que los hombres carguen a la Santísima Virgen; ese día, la tradición de la hermandad es que los hombres cargan a Jesús Yacente y las damas cargan a María Santísima. Yo de inmediato dije ¡SI! y a pesar del extremo cansancio comencé a cargar y con amor respeto y devoción, la llevé en mis hombros durante tres cuadras consecutivas. Cuando estaba por entregar al relevo, me percaté que al santo entierro lo cargaría mi turno. Con el hombro adormecido, con las piernas temblorosas me dije en la mente que entregaría el turno y descansaría; para mi sorpresa, entrego y me sentí tan descansado que ya no me dolía nada; y fué ahí donde la volví a ver y le dije: Tu me has dado la fuerza para cargar a tu hijo; ¡Gracias! Corrí por mi turno y lloré. Cada vez que descansabamos o hacíamos presentación, yo la volvía a ver y le decía ¡Gracias! Fué un turno muy especial y único; ella me llenó de fe y de amor».