Llevar un anda procesional durante un tiempo aproximado de cinco minutos conlleva muchos significados. Representa entablar una íntima conexión transitoria con la Divinidad a través de la portación sobre los hombros de un mueble con un peso relativamente mayor al cotidiano.
Ese breve espacio temporal, conocido en el argot cofrade guatemalteco como “turno” posee dos dimensiones básicas, el primero, el de la acción humana mediada por la libre voluntad de someterse a la “incomodidad” de soportar el peso de un altar móvil, cuya cúspide es precisamente la Imagen Sagrada y su valor espiritual otorgado por el hecho de representar materialmente los misterios de la fe por medio de sus doctrinas, credos, creencias y dogmas. La segunda dimensión, mucho más tangible, es precisamente la materialidad de la cartulina que le brinda un alto grado de memorabilidad al circunscribir la acción humana a una fecha, hora y lugar específicos.
La expresión “Buen turno” generalmente expresada por el grupo saliente de cargadores o algún amigo especial constituye en realidad, un estadio superior al simple “Turno”. Expresa en sí mismo, el deseo de que la experiencia próxima a vivir tenga las características adecuadas de un buen sabor de boca tanto corporal como espiritual.
Un “Buen turno” es una definición bastante personal, pero podríamos caracterizarla como un espacio en que se soporta un peso precisamente “soportable”, en el que las cargas van distribuidas correctamente y el desplazamiento es adecuado, sin correr. Y hasta la suerte mete también su mano, pues si toca quedar entre dos personas de grandes proporciones, podría llegar a ser un tanto incómodo. Un “Buen turno” abarca de igual forma hasta el relevo del mismo, idealmente hecho de forma ágil y cortés tanto de parte del grupo saliente, como del entrante. Y como colofón, un “buen turno” es aquel acompañado de una marcha de gran predilección o en todo caso, perfectamente escogida según el tamaño de la cuadra.
Y aunque, es tarea de todos los cucuruchos y cargadoras procurarnos entre nosotros, “buenos turnos”, es innegable que gran parte de ello recae en las hermandades, como las entidades organizadores de los cortejos procesionales. Porque pesos desmedidos y estaturas mal distribuidas como los vividos en la recién pasada Semana Santa, afectan de forma negativa la experiencia al cargar, haciendo que la “soportabilidad” del peso se eleve de tal manera que se vuelva un distractor del sublime momento devocional que cargar implica, generando una innecesaria atmósfera de incomodidad y malestar.
Vivamos la sublime tradición de “cargar” cada uno desde nuestra esquina. Permitiéndonos a nosotros mismos y semejantes tener no únicamente “turnos” sino “Buenos turnos”.