Cucuruchos de San Felipe vrs. la Escuela de Cristo
por: Mario Gilberto Gonzáles R.
ex-cronista de Antigua, extraído de: medialab.galileo.edu/cronistas
A los esposos J. Guillermo Jiménez y Bernarda Vargas de Jiménez. Cariñosamente.
“TUMULTO: En la Antigua Guatemala, nos dicen, que el Viernes Santo (18 de abril), hubo un escándalo promovido por los cucuruchos, al encontrarse en la noche, las procesiones del Santo Entierro que salieron de la iglesia de la Escuela de Cristo y de la de San Felipe, frente a la Farmacia Coronado. Las dos comitivas creían tener derecho al centro de la calle, dando por resultado que los cucuruchos formaran camorra mayúscula, saliendo muchos individuos estropeados. ¡A lo que conduce la intolerancia!.”
Entusiasmado y con esta referencia importante seguí buscando. Y buscando y buscando encontré el Periódico LA EPOCA que en Antigua Guatemala dirigía don J. A. Obregón. En el No. 5 del Año I, en las páginas 2 y 3 se publicó la crónica detallada de lo que realmente sucedió el Viernes Santo 16 de Abril de 1897.
Lastimosamente el nombre del autor de la crónica no aparece y se abstiene de hacer una descripción de los desfiles procesionales y qué imágenes salían entonces en procesión –que para hoy sería de suma importancia-. Se excuda de que “no es para nuestra ruda pluma describir con pureza y precisión que corresponde, la crónica de las celebraciones religiosas de la Semana Santa que acaba de pasar, nos abstenemos por lo tanto, de entrar en pormenores y solo diremos algo sobre ciertos incidentes que de suyo exigen algunas explicaciones.”
“Las procesiones comenzaron con la solemnidad y el buen orden que preside casi siempre a la representación de los actos religiosos ante un pueblo que todavía tiene fe.”
“Por todas partes (menos en los edificios públicos), reinaba la limpieza, las calles estaban casi todas regadas de flores sobre pino, formando vistoso conjunto.”
Luego nos dice –entre otras cosas- que, en la procesión del Santo Entierro de la Escuela de Cristo, desfilaba el Angel de la Toalla. Al llegar al crucero de la Calle de los Pasos, frente a la hornacina de la Virgen de la Luz, por un movimiento brusco de sus cargadores, el ángel se quebró de su base y se escapó de caer al suelo, gracias a que uno de los presentes lo recibió entre sus brazos.
Mi relato –y lo digo con tristeza- le hace perder el encanto misterioso con que me lo contó mi papá. Con ese saborcito de leyenda y aires de misterio que le daba y que a nosotros nos transportaba a tiempos lejanos de una Antigua legendaria. Me salva que cuando me involucro en temas históricos, los avalo con documentos fehacientes y de esa buena fe de la que habla Montaigne.
Vamos pues a revivir lo que sucedió el Viernes Santo 16 de abril de 1897 en la Calle del Arco de Santa Catalina –justo frente donde estuvo hasta hace poco el Almacén El Unico- en la ciudad de Antigua Guatemala.
Dice el cronista anónimo. “Vimos venir por otra calle la procesión de San Felipe. La de la Escuela de Cristo siguió hasta la Merced y a su regreso será por simpleza o por malicia, los de San Felipe tomaron la misma calle y las dos procesiones se encontraron.”
“¡Qué ocurrencia! ¡Qué animación! Y ¡Qué barullo! Aquel duplicado de la procesión del Santo entierro, hizo bajar en ese momento los ángeles del cielo; pero en fin, obraron con prudencia, porque tomando cada partido por su lado, distinto de la calle fueron pasando sin novedad; los gallos de la pasión al encontrarse, no pelearon, sólo los cargadores de las urnas, disputándose el derecho de pasar por el medio armaron una de Dios es Cristo.”
“Los alumbrantes de cucurucho negro que eran muchísimos, armados de candelas, estaban dispuestos a disputarse palmo a palmo el centro de la calle, pero un incidente inesperado vino a contener sus impetuosos arranques de mutua hostilidad.”
“Un tal doctor Murillo (a) Caín –nicaragüense-, deseando tal vez conquistar el título de pacificador, se presentó con un garrote levantado en medio de los combatientes; pero su actitud amenazadora y su carácter de cuerpo extraño en ese momento hizo que se le tomara como enemigo común, lo cual determinó la unión de los partidos, que inquietos y fogosos con ánimo exaltado se lanzaron sobre él y le llovieron candelazos; el –doctor- se sostuvo al principio y dio garrote, pero uno de aquellos serafines negros, dispuso sonarle una fuerte matraca en la cabeza y el suelo fue testigo de su caída involuntaria.”
“En esa triste y angustiosa situación apareció una alma caritativa que lo arrastró hasta la antigua farmacia Coronado; allí tomando esencia de miedo a falta de valor, escaló las paredes interiores de la casa y huyó hasta salir por donde pudo, causando gran alarma en el interior de la manzana.”
“Entre tanto, los dos partidos se tranzaron; El Señor de la Escuela como dueño de la casa, tuvo la atención de cederle el derecho a su tocayo –de San Felipe. Y todo siguió perfectamente no sin haber dado una triste prueba de que el espíritu de localismo no pudo contenerse ni ante el respeto debido a la fe en presencia de las imágenes sagradas.”