(texto original de Victoriano Mateo Méndez)
Soy cucurucho antigueño, siendo el Señor Sepultado de San Felipe mi imagen de mayor devoción, sino mal recuerdo esto me ocurrió el año que se estrenó el anda de 100 brazos; en aquella oportunidad como siempre con mi hermano desde el primer domingo de cuaresma, habíamos adquirido nuestros turnos (siempre adquirimos dos cartulinas) y esperábamos con ansias la velación y solemne cortejo procesional.
Llegado el día de la velación del Señor Sepultado, acudimos con mis papas y hermanos a contemplar el altar de velación, por qué causas aún no lo entiendo compre un turno adicional, con un centimetro de diferencia de los que ya tenía.
El Viernes Santo antigüeño de ese año, mi hermano menor se nos adelantó con un amigo a recoger los turnos a San Felipe, no pude acompañarlos porque tuve el honor de cargar la tanda de entrada del Nazareno Mercedario.
Al llegar al punto donde almorzaríamos con mi familia, recibí una llamada de mi hermano menor, quien me comentaba que me habían salido repetido los dos turnos y que por la demanda ese año no habían sangrados, por lo que no podían cambiármelo, me molesté; pero al final recapacité que lo importante era llevar en hombros al Señor Sepultado, por lo que le dije a mi hermano que no se preocupará y que lo buscaría en filas.
Tal vez habían transcurrido unos diez minutos, cuándo nuevamente mi hermano me llama y me pregunta si podía vender la cartulina repetida, me contó que un hermano cucurucho con dos niños pequeños se le había acercado, ya que le había oído comentar que tenía una cartulina con el mismo turno y quería ver si no se la vendía, ya que él por su trabajo no pudo acudir a las fechas de inscripción y que había llegado a la Antigua con la esperanza de comprar un turno del sangrado y que llevaba la ilusión de que sus niños participaran en el cortejo procesional, ya tenían, según me dijo mi hermano, la cartulina de aspirantes.
Sentí algo extraño y le dije a mi hermano que se lo entregará y que no aceptara el pago del mismo; me contaron que a esta persona se le iluminó el rostro y más aún a sus pequeños que entendían que su padre podría llegar en hombros al Milagroso Señor Sepultado de San Felipe en un Viernes Santo antigüeño.
Si mal no recuerdo la tanda que tenía repetida era la número 27, que empezaba en la esquina del parque San Sebastián, nunca conocí a aquel cucurucho que por situaciones de la devoción y la fe, llegamos a coincidir aunque no físicamente, pero si de manera espiritual y se que ese turno lo llevó con un amor profundo en Dios y en el sacrificio de nuestro Señor Jesucristo.
Aún cuando el tiempo ha transcurrido, aún llevo presente esa oportunidad que Jesús me dio de cambiar por un momento la vida de una persona.
¡Esto es un gesto de Cucurucho!, ésta comunidad busca que tú como cucurucho y cucurucha empieces a quitar las «costras» con la que ésta sagrada tradición han llevado a malos caminos. Tú eres la Luz del mundo, eres la iglesia activa y por tanto la responsabilidad de que la cuaresma, Semana Santa y todo el año sean santificados con tu ejemplo, solidaridad y amor para con los tuyos que al mismo tiempo son Cristos.
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